lunes, 24 de octubre de 2016

El Discurso del Oso (Libro infantil, 2009)


Texto: Julio Cortázar
Ilustraciones: Emilio Urberuaga
Alfaguara "Libros del Zorro Rojo"
(Tengo una copia de la 1ra edición, del año 2009)
Este cuento fue publicado por primera vez en el año 1962
formando parte del libro "Historias de Cronopios y de Famas"



 

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Cuento completo:

"Soy el oso de los caños de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por los caños.

 Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños.

 A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal.

 De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano.

 Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.

 Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero.

 Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos.

Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy vagamente seguro de haber hecho bien."



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"El discurso del oso"
en la voz de Julio Cortázar


Fuente del video
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domingo, 23 de octubre de 2016

Buenas noches, che bandoneon (Cortazar-Mosalini)




Fuente

Julio Cortázar hace una introducción al tema "Ché Bandoneón" 
interpretado por Juan José Mosalini con estas palabras:

"De manera que buenas noches Ché Bandoneón.
Qué bueno verte bien, y en tan buenas manos.
No se me ponga modesto don fuelle.
Hágame escuchar su música, 
mientras yo lo acompaño con vino y tabaco 
y tantas nostalgias. 
Todo eso que lleva a los muchos nombres que usted tiene.
Porque usted se llama Ciriaco Ortiz (1); se llama Federico (2); 
se llama Laurenz (3); se llama Piazzolla (4); 
se llama Pichuco (5); se llama tantos otros.
Y esta noche se llama Juan José Mosalini (6), 
ya ve si lo conozco. 
Respire a fondo y déle, cuénteme, 
cuénteme de ese Buenos Aires 
tan lejano ahora para mí.
Cuénteme de mi propia vida, 
de pibe y de muchacho.
Y gracias ché bandoneón."

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Nombre real: Ángel Ciriaco Ortiz Barrionuevo, 
Bandoneonista, director y compositor
(5 agosto 1905 - 9 julio 1970)
Lugar de nacimiento: Córdoba

(2) Leopoldo Federico
Bandoneonista, director y compositor
(12 enero 1927 - 28 diciembre 2014)
Lugar de nacimiento: Buenos Aires

(3) Pedro Laurenz
Nombre real: Pedro Blanco Acosta
Bandoneonista, director y compositor
(10 octubre 1902 - 7 julio 1972)
Lugar de nacimiento: Buenos Aires

(4) Astor Pantaleón Piazzolla
Bandoneonista, director, compositor y arreglador
(11 marzo 1921 - 4 julio 1992)
Lugar de nacimiento: Mar del Plata (Buenos Aires)

(5) Anibal Carmelo "Pichuco" Troilo
Bandoneonista, director y compositor.
(11 julio 1914 - 18 mayo 1975)
Lugar de nacimiento: Buenos Aires

(6) Juan José Mosalini
Bandoneonista, director y compositor
(29 noviembre 1943 - )
Lugar de nacimiento: Buenos Aires


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Che bandoneón - Tango 1949
Música: Aníbal Troilo
Letra: Homero Manzi (7)

El duende de tu son, che bandoneón,
se apiada del dolor de los demás,
y al estrujar tu fueye dormilón
se arrima al corazón que sufre más.
Estercita y Mimí como Ninón,
dejando sus destinos de percal
vistieron al final mortajas de rayón,
al eco funeral de tu canción.

Bandoneón,
hoy es noche de fandango
y puedo confesarte la verdad,
copa a copa, pena a pena, tango a tango,
embalado en la locura
del alcohol y la amargura.
Bandoneón,
para qué nombrarla tanto,
no ves que está de olvido el corazón
y ella vuelve noche a noche como un canto
en las gotas de tu llanto,
¡che bandoneón!

Tu canto es el amor que no se dio
y el cielo que soñamos una vez,
y el fraternal amigo que se hundió
cinchando en la tormenta de un querer.
Y esas ganas tremendas de llorar
que a veces nos inundan sin razón,
y el trago de licor que obliga a recordar
si el alma está en "orsai", che bandoneón.

Fuente, mas datos y partitura



(7) Homero Manzi
Nombre real: Homero Nicolás Manzione
Seudónimo/s: Arauco y Barbeta
Poeta y letrista (1 noviembre 1907 - 3 mayo 1951)
Lugar de nacimiento: Añatuya (Santiago del Estero)

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Che bandoneón tema completo interpretado por 
Juan José Mosalini:



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Che bandoneón tema completo interpretado por 
Aníbal Troilo y Roberto Goyeneche (8):



https://www.youtube.com/watch?v=TCadSfCZqaQ


(8) Roberto "Polaco" Goyeneche
Cantor (29 enero 1926 - 27 agosto 1994)
Lugar de nacimiento: Buenos Aires

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El ídolo de las Cícladas (Cuento incluido en Final del Juego)

El ídolo de las Cícladas

— Me da lo mismo que me escuches o no – dijo Somoza—. Es así, y me parece justo que lo sepas.
Morand se sobresaltó como si regresara bruscamente de muy lejos. Recordó que antes de perderse en un vago fantaseo, había pensado que Somoza se estaba volviendo loco.
—Perdona, me distraje un momento ––dijo —Admitirás que todo esto. En fin, llegar aquí y encontrarte en medio de. Pero dar por supuesto que Somoza se estaba volviendo loco era demasiado fácil.
— Sí, no hay palabras para eso — dijo Somoza—. Por lo menos nuestras palabras.

Se miraron un segundo, y Morand fue el primero en desviar los ojos mientras la voz de Somoza se alzaba otra vez con el tono impersonal de esas explicaciones que se perdían enseguida más allá de la inteligencia. Morand prefería no mirarlo, pero entonces recaía en la contemplación involuntaria de la estatuilla sobre la columna, y era como volver a aquella tarde dorada de cigarras y de olor a hierbas en que increíblemente Somoza y él la habían desenterrado en la isla. Se acordaba de cómo Thérèse, unos metros más allá sobre el peñón desde donde se alcanzaba a distinguir el litoral de Paros, había vuelto la cabeza al oír el grito de Somoza, y tras un segundo de vacilación había corrido hacia ellos olvidando que tenía en la mano el corpiño rojo de su deux pièces, para inclinarse sobre el pozo de donde brotaban las manos de Somoza con la estatuilla casi irreconocible de moho y adherencias calcáreas, hasta que Morand con una mezcla de cólera y risa le gritó que se cubriera, y Thérèse se enderezó mirándolo como si no comprendiera, y de golpe les dio la espalda y escondió los senos entre las manos mientras Somoza tendía la estatuilla a Morand y saltaba fuera del pozo. 
Casi sin transición Morand recordó las horas siguientes, la noche en las tiendas de campaña a orillas del torrente, la sombra de Thérèse caminando bajo la luna entre los olivos, y era como si ahora la voz de Somoza, reverberando monótona en el taller de escultura casi vacío, le llegara también desde aquella noche, formando parte de su recuerdo, cuando le había insinuado confusamente su absurda esperanza y él, entre dos tragos de vino resinoso, había reído alegremente y lo había tratado de falso arqueólogo y de incurable poeta. «No hay palabras para eso», acababa de decir Somoza. «Por lo menos nuestras palabras.»
En la tienda de campaña en lo hondo del valle de Skoros, sus manos habían sostenido la estatuilla y la habían acariciado para terminar de quitarle su falso ropaje de tiempo y de olvido (Thérèse, entre los olivos, seguía enfurruñada por la reprensión de Morand, por sus estúpidos prejuicios), y la noche había girado lentamente mientras Somoza le confiaba su insensata esperanza de llegar alguna vez hasta la estatuilla por otras vías que las manos y los ojos y la ciencia, mientras el vino y el tabaco se mezclaban al diálogo con los grillos y el agua del torrente hasta no dejar más que una confusa sensación de no poder entenderse. Más tarde, cuando, Somoza se fue a su tienda llevándose la estatuilla y Thérèse se cansó de estar sola y vino a acostarse, Morand le habló de las ilusiones de Somoza y los dos se preguntaron con amable ironía parisiense si toda la gente del Río de la Plata tendría la imaginación fácil. Antes de dormirse discutieron en voz baja lo ocurrido esa tarde, hasta que Thérèse aceptó las excusas de Morand, hasta que lo besó y fue como siempre en la isla, en todas partes, fueron él y ella y la noche por encima y el largo olvido.

—¿Alguien más lo sabe? — preguntó Morand.
—No. Tú y yo. Era justo, me parece — dijo Somoza—. Casi no me he movido de aquí en los últimos meses. Al principio venía una vieja a arreglar el taller y a lavarme la ropa, pero me molestaba.
—Parece increíble que se pueda vivir así en las afueras de París. El silencio. Oye, pero al menos bajas al pueblo para comprar provisiones.
—Antes si, ya te dije. Ahora no hace falta. Hay todo lo necesario, ahí.

Morand miró en la dirección que mostraba el dedo de Somoza, más allá de la estatuilla y de las réplicas abandonadas en las estanterías. Vio madera, yeso, piedra, martillos, polvo, la sombra de los árboles contra los cristales. El dedo parecía señalar un rincón del taller donde no había nada, apenas un trapo sucio en el piso. Pero poco había cambiado en el fondo, esos dos años entre ellos habían sido también un rincón vacío del tiempo, con un trapo sucio que era como todo lo que no se habían dicho y que quizá hubieran debido decirse. La expedición a las islas, una locura romántica nacida en una terraza de café del bulevar Saint-Michel, había terminado apenas encontraron el ídolo en las ruinas del valle. Tal vez el temor de que los descubrieran les fue limando la alegría de las primeras semanas, y llegó el día en que Morand sorprendió una mirada de Somoza mientras los tres bajaban a la playa, y esa noche habló con Thérèse y decidieron volver lo antes posible, porque estimaban a Somoza y les parecía casi injusto que él empezara —tan imprevisiblemente— a sufrir. 
En París siguieron viéndose espaciadamente, casi siempre por razones profesionales, pero Morand iba solo a las citas. La primera vez Somoza preguntó por Thérèse, después pareció no importarle. Todo lo que hubieran debido decirse pesaba entre los dos, quizá entre los tres. Morand estuvo de acuerdo en que Somoza guardara por un tiempo la estatuilla. Era imposible venderla antes de un par de años; Marcos, el hombre que conocía a un coronel que conocía a un aduanero ateniense, había impuesto el plazo como condición complementaria del soborno. Somoza se llevó la estatuilla a su departamento, y Morand la veía cada vez que se encontraban. Nunca se habló de que Somoza visitara alguna vez a los Morand, como tantas otras cosas que ya no se mencionaban y que en el fondo eran siempre Thérèse. A Somoza parecía preocuparle únicamente su idea fija, y si alguna vez invitaba a Morand a beber un coñac en su departamento no era más que para volver sobre eso. Nada muy extraordinario, después de todo Morand conocía demasiado bien los gustos de Somoza por ciertas literaturas marginales como para extrañarse de su nostalgia. Sólo lo sorprendía el fanatismo de esa esperanza a la hora de las confidencias casi automáticas y en las que él se sentía como innecesario, la repetida caricia de las manos en el cuerpecito de la estatua inexpresivamente bella, los ensalmos monótonos repitiendo hasta el cansancio las mismas fórmulas de pasaje. Vista desde Morand, la obsesión de Somoza era analizable, todo arqueólogo se identifica en algún sentido con el pasado que explora y saca a luz. De ahí a creer que la intimidad con una de esas huellas podía enajenar, alterar el tiempo y el espacio, abrir una fisura por donde acceder a. Somoza no empleaba jamás ese vocabulario; lo que decía era siempre más o menos que eso, una suerte de lenguaje que aludía y conjuraba desde planos irreductibles. Ya por ese entonces había empezado a trabajar torpemente en las réplicas de la estatuilla; Morand alcanzó a ver la primera antes de que Somoza se fuera de París, y escuchó con amistosa cortesía los obstinados lugares comunes sobre la reiteración de los gestos y las situaciones como vía de abolición, la seguridad de Somoza de que su obstinado acercamiento llegaría a identificarlo con la estructura inicial, en una superposición que sería más que eso porque ya no habría dualidad sino fusión, contacto primordial (no eran sus palabras, pero de alguna manera tenía que traducirlas Morand cuando, más tarde las reconstruía para Thérèse). Contacto que, como acababa de decirle Somoza, había ocurrido cuarenta y ocho horas antes, en la noche del solsticio de junio.

—Sí— admitió Morand, encendiendo otro cigarrillo. Pero me gustaría que me
explicaras por qué estás tan seguro de que. Bueno, de que has tocado fondo.
—Explicar… ¿No lo estás viendo?
Otra vez tendía la mano a una casa del aire, a un rincón del taller, describía un arco que incluía el techo y la estatuilla posada sobre una fina columna de mármol, envuelta por el cono brillante del reflector. Morand se acordó incongruentemente de que Thérèse había pasado la frontera llevando la estatuilla escondida en el perro de juguete fabricado por Marcos en un sótano de Placca.

—No podía ser que no ocurriera —dijo casi puerilmente Somoza—. A cada nueva réplica me acercaba un poco más. Las formas me iban conociendo. Quiero decir que. Ah, necesitaría explicarte durante días enteros. y lo absurdo es que ahí todo entra en . Pero cuando es esto.
La mano iba y venía, acentuando el ahí, el esto. 
—La verdad es que has llegado a convertirte en un escultor —dijo Morand, oyéndose hablar y encontrándose estúpido.— Las dos últimas réplicas son perfectas. Si alguna vez me dejas tener la estatua, nunca sabré si me has dado el original.
— No te la daré nunca —dijo Somoza simplemente— Y no creas que me he
olvidado de que es de los dos. Pero no te la daré nunca. Lo único que hubiera querido
es que Thérèse y tú me siguieran, que encontraran conmigo. Sí, me hubiera gustado que
estuvieran conmigo la noche en que llegué.

Era la primera vez desde hacía casi dos años que Morand le oía mencionar a Thérèse como si hasta ese momento hubiera estado muerta para él, pero su manera de nombrar a Thérèse era incurablemente antigua, era Grecia aquella mañana en que habían bajado a la playa. Pobre Somoza. Todavía. Pobre loco. Pero aun más extraño era preguntarse por qué a último momento, antes de subir al auto después del llamado de Somoza, había sentido como una necesidad de telefonear a Thérèse a su oficina para pedirle que más tarde viniera a reunirse con ellos en el taller. Tendría que preguntárselo, saber qué había pensado Thérèse mientras escuchaba sus instrucciones para llegar hasta el pabellón solitario en la colina. Que Thérèse repitiera exactamente lo que le había oído decir, palabra por palabra. Morand maldijo en silencio esa manía sistemática de recomponer la vida como restauraba un vaso griego en el museo, pegando minuciosamente los ínfimos trozos, y la voz de Somoza ahí mezclada con el ir y venir de sus manos que también parecían querer pegar trozos de aire, armar un vaso transparente, sus manos que señalaban la estatuilla, obligando a Morand a mirar una vez más contra su voluntad ese blanco cuerpo lunar de insecto anterior a toda historia, trabajado en circunstancias inconcebibles por alguien inconcebiblemente remoto, a miles de años pero todavía más atrás, en una lejanía vertiginosa de grito animal, de salto, de ritos vegetales alternando con mareas y sicigias y épocas de celo y torpes
ceremonias de propiciación, el rostro inexpresivo donde sólo la línea de la nariz quebraba su espejo ciego de insoportable tensión, los senos apenas definidos, el triángulo sexual y los brazos ceñidos al vientre, el ídolo de los orígenes, del primer terror bajo los ritos del tiempo sagrado, del hacha de piedra de las inmolaciones en los altares de las colinas. Era realmente para creer que también él se estaba volviendo imbécil, como si ser arqueólogo no fuera ya bastante. 

— Por favor —dijo Morand—, ¿no podrías hacer un esfuerzo para explicarme aunque creas que nada de eso se puede explicar? En definitiva lo único que sé es que te has pasado estos meses tallando réplicas, y que hace dos noches.
— Es tan sencillo — dijo Somoza—. Siempre sentí que la piel estaba todavía en contacto con lo otro. Pero había que desandar cinco mil años de caminos equivocados.

Curioso que ellos mismos, los descendientes de los egeos, fueran culpables de ese error. Pero nada importa ahora. Mira, es así. Junto al ídolo, alzó una mano y la posó suavemente sobre los senos y el vientre. La otra acariciaba el cuello, subía hasta la boca ausente de la estatua, y Morand oyó hablar a Somoza con una voz sorda y opaca, un poco como si fuesen sus manos o quizá esa boca inexistente las que hablaban de la cacería en las cavernas del humo, de los ciervos acorralados, del nombre que sólo debía decirse después, de los círculos de grasa azul, del juego de los ríos dobles, de la infancia de Pohk, de la marcha hacia las gradas del oeste y los altos en las sombras nefastas. Se preguntó si llamando por teléfono en un descuido de Somoza, alcanzaría a prevenir a Thérèse para que trajera al doctor Vernet.

— Pero Thérèse ya debía de estar en camino, y al borde de las rocas donde mugía la Múltiple, el jefe de los verdes cercenaba, el cuerno izquierdo del macho más hermoso y lo tendía al jefe de los que cuidan la sal, para renovar el pacto con Haghesa.
—Oye, déjame respirar — dijo Morand, levantándose y dando un paso adelante
—. Es fabuloso, y además tengo una sed terrible. Bebamos algo, puedo ir a buscar un.
—El whisky está ahí — dijo Somoza retirando lentamente las manos de la estatua—. Yo no beberé tengo que ayunar antes del sacrificio.
—Una lástima — dijo Morand, buscando la botella — No me gusta nada beber
solo. ¿Qué sacrificio?
Se sirvió whisky hasta el borde del vaso.
—El de la unión, para hablar con tus palabras. ¿No los oyes? La flauta doble, como la de la estatuilla que vimos en el museo de Atenas. El sonido de la vida a la izquierda, el de la discordia a la derecha. La discordia es también la vida para Haghesa, pero cuando se cumpla el sacrificio los flautistas cesarán de soplar en la caña de la derecha y sólo se escuchará el silbido de la vida nueva que bebe la sangre derramada. Y los flautistas se llenarán la boca de sangre y la soplarán por la caña de la izquierda, y yo untaré de sangre su cara, ves, así, y le asomarán los ojos y la boca bajo la sangre.
—Déjate de tonterías — dijo Morand, bebiendo un largo trago.— La sangre le quedará mal a nuestra muñequita de mármol. Sí, hace calor. Somoza se había quitado la blusa con un lento gesto pausado. Cuando lo vio que se desabotonaba los pantalones, Morand se dijo que había hecho mal en permitir que se excitara, en consentirle esa explosión de su manía. Enjuto y moreno, Somoza se irguió desnudo bajo la luz del reflector y pareció, perderse en la contemplación de un punto del espacio. De la boca entreabierta le caía un hilo de saliva y Morand, dejando precipitadamente el vaso en el suelo, calculó que para llegar a la puerta tendría queengañarlo de alguna manera. Nunca supo de dónde había salido el hacha de piedra que se balanceaba en la mano de Somoza. Comprendió.
—Era previsible – dijo, retrocediendo lentamente.— El pacto con Haghesa, ¿eh? La sangre va a donarla el pobre Morand, ¿no es cierto? Sin mirarlo, Somoza empezó a moverse hacia él describiendo un arco de círculo, como si cumpliera un derrotero prefijado.
—Si realmente me quieres matar —le gritó Morand retrocediendo hacia la zona en penumbra— ¿a que viene esta mise en scène? Los dos sabemos muy bien que es por Thérèse. ¿Pero de qué te va a servir si no te ha querido ni te querrá nunca? El cuerpo desnudo salía ya del círculo iluminado por el reflector. Refugiado en la sombra del rincón, Morand pisó los trapos húmedos del suelo y supo que ya no podía ir más atrás. Vio levantarse el hacha y saltó como le había enseñado Nagashi en el gimnasio de la Place des Ternes. Somoza recibió el puntapié en mitad del muslo y el golpe nishi en el lado izquierdo del cuello. El hacha bajó en diagonal, demasiado lejos, y Morand repelió elásticamente el torso que se volcaba sobre él y atrapó la muñeca indefensa. Somoza era todavía un grito ahogado y atónito cuando el filo del hacha le cayó en mitad de la frente. Antes de volver a mirarlo, Morand vomitó en el rincón del taller, sobre los trapos sucios. Se sentía como hueco, y vomitar le hizo bien. Levantó el vaso del suelo y bebió lo que quedaba de whisky, pensando que Thérèse llegaría de un momento a otro y que habría que hacer algo, avisar a la policía, explicarse. Mientras arrastraba por un
pie el cuerpo de Somoza hasta exponerlo de lleno a la luz del reflector, pensó que no le sería difícil demostrar que había obrado en legítima defensa. Las excentricidades de Somoza, su alejamiento del mundo, la evidente locura. Agachándose, mojó las manos en la sangre que corría por la cara y el pelo del muerto, mirando al mismo tiempo su reloj pulsera que marcaba las siete y cuarenta. Thérèse no podía tardar, lo mejor sería salir, esperarla en el jardín o en la calle, evitarle el espectáculo del ídolo con la cara chorreante de sangre, los hilillos rojos que resbalaban por el cuello, contorneaban los senos, se juntaban en el fino triángulo del sexo, caían por los muslos. El hacha estaba profundamente hundida en la cabeza del sacrificado, y Morand la tomó sopesándola entre las manos pegajosas. Empujó un poco más el cadáver con un pie hasta dejarlo contra la columna, husmeó el aire y se acercó a la puerta. Lo mejor sería abrirla para que pudiera entrar Thérèse. Apoyando el hacha junto a la puerta empezó a quitarse la ropa porque hacía calor y olía a espeso, a multitud encerrada. Ya estaba desnudo cuando oyó el ruido del taxi y la voz de Thérèse dominando el sonido de las flautas; apagó la luz y con el hacha en la mano esperó detrás de la puerta, lamiendo el filo del hacha y pensando que Thérèse era la puntualidad en persona.


Fuente

"El ídolo de las Cícladas" es un Cuento incluido en la segunda edición del libro "Final del Juego" (1964) ya que no estaba en la primera edición del año 1956.

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El ídolo de las Cícladas narrado por el profesor Jonathan Herrera Ortega:



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Análisis

Un relato del escritor Julio Cortázar nos permite conocer una cultura prehistórica a partir del delito cometido por unos arqueólogos, descubriéndonos un mundo tan antiguo como eterno, lleno de misterios. 

El ídolo de las Cícladas, pequeña obra dentro de una prolífica trayectoria, es uno de los cuentos que forman parte del libro Final del juego, publicado por primera vez en 1956. La narración se inserta en la segunda de las tres partes en que se divide el libro, junto a otras piezas de temática muy diversa, como Una flor amarilla, Sobremesa, La banda, Los amigos, El móvil y Torito; en la recopilación de todos sus relatos, ordenada por el propio escritor para la editorial Alianza, apareció en el volumen titulado Ritos. Este escrito concreto es también una prueba más de la vasta cultura del escritor: aparte su conocido amor por la música en general y el jazz en particular, el interés de Cortázar por las artes plásticas le llevó en 1975 a publicar Silvalandia, con textos inspirados en las obras del pintor Julio Silva; en su piso de París, sobre un gran pizarrón donde acumulaba ideas fijadas con chinchetas, junto a recortes de periódicos o postales siempre se podían encontrar dibujos propios o ajenos y reproducciones de obras de arte.

Julio Cortázar nos presenta en El ídolo de las Cícladas a un trío de personajes, poco más que conocidos entre ellos, al parecer por compartir profesión y avaricia: la pareja parisina formada por Morand y Thérèse junto al rioplatense y solitario Somoza, posible triada de arqueólogos en busca de un enriquecimiento fácil e ilícito. Los tres, seres de los que apenas sabremos lo justo, ayudados por aún más desconocidos aliados, habían ideado y por fin realizado una excavación clandestina en busca de un ídolo, una pequeña escultura relacionada con antiguos rituales y creencias, en las llamadas Cícladas, conjunto de islas griegas y numerosos islotes bañados por el mar Egeo que se sitúan alrededor de la isla de Delos, donde está el venerado Santuario a Apolo, centro del hipotético círculo en el interior del cual se encuentran estas islas (la palabra Cícladas, que proviene etimológicamente, en origen, de la misma raíz griega que significa rueda y que en latín nos habla del círculo, remite a esa figura geométrica mágica primordial presente tanto en la arquitectura como en los más ancestrales conocimientos)
En el valle de Skoros, supuesto pequeño islote griego desde donde se ve el litoral de Paros, una de las islas más famosas, junto con Naxos, Syros, Amorgos o Milos, consigue el trío con tiempo y esfuerzo sacar por fin la pieza a la luz, desenterrarla y limpiarla de su pátina de siglos. Tanto el éxito obtenido como los recelos acumulados en la convivencia les hacen abandonar rápidamente la excavación, con su valioso botín a cuestas, y volver al París donde se había urdido el plan y donde se producirá el desenlace. En la trama de sobornos se habla también de Marcos, posiblemente el cerebro del expolio, el hombre que conocía a un coronel que conocía a un aduanero ateniense, que les impone un plazo de dos años para poder sacar la pieza al mercado negro del arte. Por ello, Somoza quedará como guardián de la estatuilla durante ese tiempo, llevándosela a su solitaria casa a las afueras de París, convertida ahora en discreto taller de escultor que servirá para ocultar el secreto del trío; su trato personal con Morand y Thérèse se reducirá al mínimo, evitando, según la idea de Morand, esa atracción que Somoza sentía por Thérèse y que comenzaba a incomodar las relaciones futuras. 

No sólo el título del cuento (El ídolo de las Cícladas) nos remite a una cultura ancestral y muy determinada, sino la propia descripción que hace el autor de la estatuilla: blanco cuerpo lunar (...), rostro inexpresivo donde sólo la línea de la nariz quebraba su espejo ciego de insoportable tensión, los senos apenas definidos, el triángulo sexual y los brazos ceñidos al vientre. Exactamente puede ser la figura femenina de la colección Goulandris de Atenas, procedente de la isla de Syros y fechada entre los años 2700 y 2200 antes de Cristo, un claro ejemplo –junto con otros muchos- de la cultura de las Cícladas, la civilización que encontramos en las islas griegas tras el período Neolítico, junto a la cretense y la minoica, aproximadamente entre el tercer y primer milenio antes de Cristo.
La escultura, cuyo producto sacan de las entrañas de la tierra Somoza, Morand y Thérèse, es el arte de representar las tres dimensiones, es decir, el alto, el ancho y la profundidad de lo visible. La última dimensión citada la diferencia claramente de la pintura y de lo bidimensional, y nos hace apreciar el espacio de una forma totalmente acorde -o, si se prefiere, análoga- con la realidad. La escultura exenta llamada de bulto redondo o bulto completo es la que puede ser observada desde diversos puntos de vista, permitiendo el desplazamiento del espectador a su alrededor, variando la percepción de esa forma y multiplicando sus puntos de vista. La textura, es decir, la capacidad de la superficie gracias a la luz de brindarnos sensaciones de lisura, aspereza, rugosidad, tersura... nos completará todos sus valores plásticos con los infinitos matices de la materia. 

El material de los ídolos cicládicos es el mármol, pulido con la piedra de esmeril fácilmente encontrable en la zona (la isla de Naxos, por ejemplo, tiene minas de corindón, base de la piedra esmeril, de gran dureza, con la que es posible pulir la superficie de la caliza por abrasión y darle un acabado sin apenas texturas, con un gran brillo natural, cegador de inteligencias, como en el caso de los protagonistas). Son ese tipo de esculturas las que han hecho famosas y fascinantes a las Cícladas, estatuillas normalmente de pequeño tamaño (unos treinta centímetros), aunque hay algunos ejemplos que llegan casi al metro y cincuenta centímetros de altura. En su mayoría esos ídolos fueron encontrados en tumbas, asociados a un fin funerario ( a los ídolos grandes se les rompían cuello y piernas para poder introducirlos en los enterramientos), y desgraciadamente, coincidiendo tristemente realidad y ficción, la mayoría de sepulturas fueron saqueadas, encontrándose los ídolos en los mercados de obras y desapareciendo por ello una información arqueológica básica para el conocimiento de estas formas de vida. Ese era el destino del ídolo de nuestro cuento. 

Las figuras denominadas realistas o de brazos cruzados, como la que nos describe Cortázar, se caracterizan por su geometría, representando mujeres desnudas mostradas en vertical, casi de pie, con los brazos cruzados bajo el pecho, con la nariz marcada, así como también definidos el triángulo púbico y los senos, además con anchos hombros, caderas estrechas, piernas algo dobladas y el detalle final de dedos, ojos o boca levemente insinuados. Las teorías sobre la finalidad de estas representaciones son múltiples, hablándose de ellas como diosas de la fertilidad, residencias de la propia divinidad, protectoras de los muertos, amuletos para difuntos, sustitutos de sacrificios humanos o figuras de antepasados portadoras del alma del fenecido. Acorde con la atmósfera de la narración, un halo de misterio y enigma envuelve a todas estas esculturas. Y no sólo se nos evocan específicamente estas esculturillas femeninas en el cuento, puesto que cuando el autor nos habla del sonido que escuchan los personajes en esa noche, en los momentos de paroxismo, acude a evocar un instrumento y una escultura asociada a él, como leemos en la siguiente frase de la narración: La flauta
doble, como la de la estatuilla que vimos en el museo de Atenas. En el Museo Nacional de Atenas se encuentra expuesto El flautista de Keros, datado hacia el segundo milenio antes de Cristo, que nos presenta al Auletes o tocador de la doble flauta, un instrumento también denominado aulo u oboe doble, que se utilizaba en el culto orgiástico a los dioses griegos Diónysos y Kybele, llamados en Roma Dionisos y Cibeles. En la misma isla de Keros apareció otra preciosa y mágica figura de músico, llamado El tañedor de arpa o El tañedor de lira, dejando bien claro estas estatuillas que la música está asociada desde el principio con los inicios de la humanidad y con los rituales más básicos del ser humano. 

La simplicidad, abstracción y geometría de las formas de estas esculturas cicládicas atrajo sobremanera no solo a los arqueólogos de la narración, sino que anteriormente ya había cautivado a los artistas de vanguardia a finales del siglo XIX y principios del XX, subyugados por el sentido universal permanente de esa geometría y por los valores intemporales de la talla directa del mármol. La simplicidad es sinónimo de pureza, y el contacto tan directo con la materia se entiende como la expresión de la veracidad. Esa eran las ideas que perseguían los artistas comprometidos con la modernidad a principios del siglo XX, y en concreto las esculturas de visionarios como Amedeo Modigliani (1884-1920) o Constantin Brancusi (1875-1957). Este último artista, de origen rumano, decía que mientras uno tallaba descubría el espíritu del material, y es ese alma pulida hasta rozar la perfección el que parece mostrarse en su escultura en mármol Pájaro de 1912, en el Philadelphia Museum of Art, muy próxima en su liso acabado a los ídolos de las Cícladas, y posiblemente a alguna de las ideas de Somoza.
La talla o labra, palabras que se refieren al procedimiento escultórico en el que se sustrae, se quita material de un bloque (al contrario del modelado, en el que se añade material para crear formas), se denomina directa cuando el artista no utiliza ningún modelo previo a la hora de trabajar, y por lo tanto no se trata de una labor de reproducción, sino de creación pura a partir –y partiendo- de una forma ya dada por el bloque en el que se comienza el trabajo, del cual se respeta su integridad en la medida de lo posible (el trabajo del escultor comienza con la elección del bloque y el descubrimiento de ciertos valores dentro de éste), pretendiéndose normalmente que su primera apariencia, la forma primigenia, pueda hacer surgir las claves para la forma posterior de la escultura, inspirando la propia materia esa primera idea y convirtiéndose en directora del trabajo posterior. 

Todas estos pensamientos nos recuerdan, en otro tiempo muy diferente al relativamente cercano primer arte europeo de vanguardia y al lejano arte cicládico, a Miguel Ángel Buonarotti (1475-1564) y sus ideas renacentistas de que la figura se debe de hallar potencialmente contenida en el bloque a esculpir, de donde es liberada pacientemente, sustrayendo capa tras capa. Miguel Ángel, en el culmen de su arte más sublime y de su orgullo, no se considera ya un artesano, un imitador que reproduce y se subordina a un modelo, sino un auténtico creador, que busca en sus obras la verdadera naturaleza escondida en la materia, superior a las apariencias de lo visible. 
Somoza trabaja haciendo réplicas de la escultura hasta que el propio proceso consigue identificarlo con la estructura inicial. En ese momento se identifica también en el esfuerzo con la obra no sólo del desconocido escultor de las Cícladas, sino de Miguel Ángel Buonarotti o de Constantin Brancusi, aunque en el caso de nuestro personaje de cuento se trata de comprender el proceso de la creación, en lugar de realizar la propia creación. Él mismo declara en otra frase, puesta oportunamente en su boca por Julio Cortázar: las formas me iban conociendo. Cuando Morand, el personaje antagonista de Somoza en las páginas finales, contempla el trabajo continuo realizado con las réplicas por el argentino, le dice con una mezcla a partes iguales de sinceridad y perplejidad que las últimas copias habían conseguido convertirte en un escultor. Somoza se une de esta manera, en su camino a lo inefable, a la historia del arte y de sus pretensiones.
Los ídolos de las Cícladas siguen en los museos y colecciones (algunos, con toda seguridad, siguen ocultos esperando a unos personajes), atrayéndonos misteriosamente, igual que los cuentos de Julio Cortázar. 

BIBLIOGRAFÍA:
-- Cortázar, Julio. (1992). Los relatos: ritos. Madrid: Alianza.
--Goloboff, Gerardo Mario. (1998). Julio Cortázar: la biografía. Barcelona. Seix
Barral.
--Storch de Gracia, Jacobo (1989). El Arte Griego (I). Madrid: Historia 16. 


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Intimidad de los Parques (Película, Manuel Antin, 1965)


"Intimidad de los parques es una película en blanco y negro coproducción de Argentina y Perú dirigida por Manuel Antin sobre su propio guion escrito en colaboración con Héctor Grossi y Raimundo Calcagno sobre los cuentos Continuidad de los parques y El ídolo de las cícladas, de Julio Cortázar que se estrenó el 27 de julio de 1965 y que tuvo como protagonistas a Francisco Rabal, Dora Baret y Ricardo Blume. Colaboró con esculturas René Pereira.Fue filmada parcialmente en Lima y Cuzco en el Perú."

Fuente del texto y del video: 

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Película dividida en partes de aproximadamente 20 minutos cada una:

1ra. parte:



2da. parte:

3ra. parte:

4ta. parte:


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sábado, 8 de octubre de 2016

Me caigo y me levanto



¡Dedicado a la amiga pata!

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Cortazar lee a Cortázar (Audiolibro, LP, año 1966)

Disco de vinilo con grabaciones realizadas en Diciembre de 1966


01 - Palabras de Introducción. 
Comentarios sobre los discos de escritores.

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02 - Continuidad de los parques

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03) Comentarios sobre su pronunciación

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04) Me caigo y me levanto

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05) Filantropía

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06) Correos y telecomunicaciones
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07) Comentarios. Cara B del LP 
Nieve en París. "...todo es distante y diferente y parece inconciliable...  y a la vez todo se da simultáneamente y en este momento, que todavía no existe para mi y que es sin embargo el momento en que usted escucha estas palabras que yo grabé en el pasado. Es decir, en un tiempo que para mi es el futuro. Juegos de la imaginación, dirá el señor sensato que nunca falta entre los locos, como si eso fuera decir algo. Como si supiéramos lo que es un juego en el fondo y sobre todo lo que es la imaginación..."

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08) Conducta en los velorios

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09) Palabras de introducción al capítulo 68 de Rayuela. 
Arbol. Día para no moverse de casa.

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10) Rayuela, Capítulo 68
(escrito casi completamente con palabras inventadas por Cortázar)

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11) Palabras
"Y como no ha querido salir el sol...". 
"Tema de Lester Young que siempre habla de la muerte."
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12) Rayuela, capítulo 32 
(Carta de la Maga a Rocamadour)

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Quiero conseguir

1938: Presencia (Libro de poesías bajo el seudónimo de Julio Denis)

1967: Buenos Aires, Buenos Aires (fotos de Sara Facio y textos de Cortázar)

1976: Humanario (Fotos de Sara Facio y texto de Cortázar, "Estrictamente no profesional", que fue incluido después en Territorios, en 1978)

1984: Silvalandia (Imágenes de Julio Silva y textos de Cortázar; incluido en El último combate, 2014)

1984: Alto el Perú (Fotos de Manja Offerhaus y textos de Cortázar)

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Una carta de amor (Poesía)

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo,

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco,
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

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Titulos por orden alfabetico

Títulos por orden alfabético
Acá haré un índice mezclando títulos de libros, cuentos sueltos, novelas, poesías, películas, etc, y a medida que vaya haciendo nuevas publicaciones también agregaré los links correspondientes. (Post en permanente edición)

  • 62 Modelo para armar (Libro. Año 1968. Novela) (1ra: Oct-1968/ 2da: Nov-1968/ 3ra: Sep-1969)
  • Adiós, Robinson (Obra de Teatro escrita en 1977) Se publicó por primera vez a mediados de 1984 en el libro Nada a Pehuajó - Adiós, Robinson (Editorial Katún, México, 67 páginas). La segunda en 1991, en el libro "Dos juegos de palabras - Nada a Pehuajó - Adiós, Robinson". Por tercera vez en 1995 en "Adiós, Robinson y otras piezas breves" (Alfaguara) Y por cuarta vez en el 2011 (El libro que tengo en mi colección) en "Adiós, Robinson - Nada a Pehuajó" (Alfaguara. Colección Biblioteca Cortázar) (Ver Links(Xc)
  • Alguien que anda por ahí (Libro. Año 1977. Cuentos. Prohibido por la dictadura militar) Tengo dos libros, Una versión fue editado junto a "Las armas secretas" (2004) y en otra solo (el de tapas duras editado en 2012. Ambas de Ed. Alfaguara) (Xc)
  • Aplastamiento de las gotas. Es un cuento que forma parte de "Historias de Cronopios de Famas" y aquí Cortázar consigue personificar algo realmente inanimado: las gotas. Da vida al aguacero y convierte a cada gota en un ente con voluntad propia. Las gotas llegan incluso a tener personalidad suicida. En 2017 salió en forma de libro individual con ilustraciones de Elena Odriozola. (Ed. Nórdica Libros, 32 páginas)
  • Bestiario (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • Bestiario (Libro. Cuentos. Año 1951) (*) (Ver Post(Xc)
  • Blow-Up (1966. Película de Michelangelo Antonioni. Título en español: "Deseo de una mañana de verano". Basada en el cuento el cuento "Las babas del Diablo" del libro "Las armas secretas") (Ver)
  • Blow-Up and Other Stories (including “Blow-Up,” which was the basis for Michelangelo Antonioni’s film of the same name) Libro en inglés editado en 1985 por Penguin Random House (288 páginas) 
  • Bruma (1935, poema)
  • Buenas noches (Transcripción de un reportaje del 24-Nov-1983 de Mercedes Milá en su programa de televisión "Buenas noches") Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)   
  • Buenos Aires, Buenos Aires (Libro de fotos de Sara Facio con textos de Cortázar. Año 1967)
  • Carta a una señorita en París (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • Cartas de mamá (Cuento incluido en "Las armas secretas", 1959) y en el cual se basó la película "La cifra impar" de Manuel Antín
  • Casa tomada (1946, cuento incluido en "Bestiario", 1951) (Ver post
  • Cefalea (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • Ché (Poema incluido en la Carta del 29-Oct-1967 que forma parte del libro "Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos" (2012)
  • Cirse (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • Clases de literatura. Berkeley, 1980 (Libro. 2013. Transcripción de las cintas que recogen las clases dictadas por Julio).
  • Conclusión para un Informe (Epílogo de otro libro) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • Conducta en los velorios (Libro. Año 1975. Cuentos)
  • Corrección de pruebas en Alta Provenza (Correcciones de Cortázar del "Libro de Manuel") (Libro. Abril 2012. Tengo la primera edición. (1/2000) (X1)
  • Cuentos completos 1 (1945-1966) (Editado por primera vez en 1994) (Xc)
  • Cuentos completos 2 (1969-1983) (Editado por primera vez en 1994) (Xc)
  • De derechos y de hechos (Artículo sobre la guerra de Malvinas de Abril de 1983) Incluído en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • Deshoras (Libro. Año 1983. Cuentos) (X3) (Xc) 
  • Discurso del oso (Libro infantil que incluye el cuento homónimo con ilustraciones de Emilio Uberuaga. Cuento original incluido en Historias de Cronopios y de Famas en 1962) Tengo la primera edición del año 2009 (X1) (Ver Post
  • Diario de Andrés Fava (Libro póstumo. Año 1995. Es el diario de uno de los personajes de la novela "El examen" escrita en 1950) (Xc)
  • Divertimento (Novela. Libro póstumo editado en el año 1986, pero escrito en 1949) (Xc)
  • Dos juegos de Palabras (Obra de teatro escrita en 1960) Se publicó por primera vez en 1991 en el libro "Dos juegos de palabras - Nada a Pehuajó - Adiós, Robinson" y por segunda vez en el 2011 en el libro "Los reyes - Dos juegos de palabras" (Alfaguara. Colección Biblioteca Cortázar)
  • El árbol, el río y el hombre - Poema de Julio recitado por Atahualpa Yupanqui
  • El examen (Libro póstumo editado en 1986 pero escrito a mediados de 1950. Novela) (Xc) 
  • El exilio combatiente (Conferencia en Caracas, Oct-1979) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • El ídolo de las Cícladas (Cuento incluido en Final del Juego, 1956) (Ver post
  • El lector y el escritor bajo las dictaduras de América Latina (Ponencia escrita para un Seminario en una Universidad de Sitges, Calaluña, en Sep-1982) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • El perseguidor (Cuento incluido en Las armas secretas, 1959) (Ver post
  • El perseguidor (Película dirigida por Osias Wilenski, 1965) (Ver post
  • El perseguidor y otros cuentos (Libro, 1967) (X1?)
  • El tango de la vuelta (Ver "La Puñalada / El tango de la vuelta")
  • Fantomas contra los vampiros multinacionales (Libro. Año 1975. Tengo dos reediciones de 1989 y 2012 ambas con distintos textos adicionales. (Xc)
  • Final del juego (Libro. Cuentos. Año 1956) (Ver el Cuento "No culpen a nadie" comentado por José SaramagoPrimera edición: Editorial mexicana "Los Presentes" que incluye 9 cuentos. En 1964 salió la Segunda edición de Editorial Sudamericana con los 9 cuentos anteriores, mas otros 9 escritos entre 1945 y 1962. (Xc)
  • Historias de cronopios y de famas (Libro. Año 1962. Prosa breve para algunos críticos literarios o Cuentos breves, para otros) (Xc)
  • Humanario (Libro de fotos. Año 1976. De Sara Facio y texto de Cortázar, "Estrictamente no profesional", que fue incluido después en Territorios, en 1978)
  • Incitación a inventar puentes (Ponencia de la Reunión de Bolonia en mayo de 1979 del Tribunal de los Pueblos, organismo que reemplazó al Tribunal Russell II. Cortázar formó parte de ambos foros) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012) 
  • Imagen de John Keats (Libro póstumo editado en 1996 pero escrito entre 1951 y 1952. Es un homenaje de Julio al célebre poeta que no es ni un ensayo ni una biografía y que resultó una síntesis perfecta de los dos géneros. Libro de 665 páginas) (Xc) 
  • Intimidad de los Parques (Película, Manuel Antin, 1965, Ver Post)
  • La cifra impar  Película de Manuel Antín. Año 1962. Basada en el cuento "Cartas de mamá" (incluido en "Las armas secretas", 1959)
  • La isla al mediodía. Es un cuento que forma parte de "Todos los fuegos el fuego" (1966) que se editó como libro separado en 1971 bajo el título "La isla a mediodía y otros relatos" (Ed Salvat) Trata sobre la obsesión de un hombre que trabaja en una línea aérea. Ésta comienza cuando ve, por primera vez, una isla griega con forma de tortuga (Xios o Chios) por la ventanilla del avión al mediodía. El personaje comienza a adorar poco a poco esta isla y decide visitarla (me sentí reflejado ya que me obsesionan Grecia y sus islas) 
  • La muerte del Ché (Carta del 29-Oct-1967 que termina con el poema "Ché") Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • La otra orilla (Libro póstumo editado en 1995. Reúne 13 cuentos escritos entre 1937 y 1945. (Xc) 
  • La puñalada / El tango de la vuelta (Libro con ilustraciones del pintor holandés Pat Andrea) Brussels, Éditions Elisabeth Franck, 1ra edición 34 x 25 cm. Texto en francés. Tengo un ejemplar de otra Edición de 2014 de Libros del Zorro Rojo de 90 páginas. Esta edición tiene otra estructura por lo que el título está invertido: "El tango de la vuelta - La puñalada" (Ver Post) Es una colaboración del año 1979 pero no sé si se editó hasta 1984. (Xc)
  • Las armas secretas (Libro. Cuentos. Año 1959, con 5 cuentos que originaron 3 películas!) (*) Tengo un libro de Alfaguara de Ago-2004-edición especial de la Revista Ñ de Diario Clarín- y en esta colección incluyeron dos libros. El otro es "Alguien que anda por ahí" de 1977) (Ver cuento: "Cartas de mamá") (Xc)
  • Las babas del Diablo. Cuento que forma parte del libro "Las armas secretas" Este cuento dio origen a la película de Michelangelo Antonioni "Blow-Up" del año 1966.  Título en español: "Deseo de una mañana de verano" (Ver)
  • Las batallas desiguales (Artículo sobre Nicaragua reproducido en la edición internacional del Herald Tribune el 7 de Abril de 1983) Incluído en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012) 
  • Las ménades (Ver post) (Cuento incluido en Final del Juego, 1956)
  • Las puertas del cielo (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • La tos de una señora alemana (Cuento)
  • La vuelta al día en ochenta mundos (Libro. Año 1967. Misceláneas) (X1)
  • Lejana (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • Libro de Manuel (Libro. Novela. Tengo la primera edición del 15-Mar-1973) (X1)
  • Los autonautas de la cosmopista (o un viaje atemporal París-Marsella) (Libro. Año 1982. Con Carol Dunlop) (Misceláneas) (Xc)
  • Los premios (Libro. Novela. Año 1960)
  • Los reyes (Libro. Año 1949. Obra de teatro, primer libro publicado con el nombre de Julio Cortázar) Fue publicado por segunda vez en el 2011 en el libro "Los reyes - Dos juegos de palabras" (Alfaguara. Colección Biblioteca Cortázar)
  • Lucas, sus hospitales (Cuento breve) (Leer texto completo) (Audiolibro Casa de las Américas, Cuba, 1978)
  • Manual de cronopios (Libro, 1992, Selección de cuentos, Ed. de la Torre)
  • Me caigo y me levanto (Cuento breve) (Ver post con audiolibro relatado por Julio)
  • Nada a Pehuajó (Obra de Teatro escrita a fines de 1983. Alfaguara informa 1984, pero Julio Falleció el 12 de Febrero de 1984 y los últimos dos meses no estuvo bien así que yo coincido con los que dicen que la terminó de escribir en 1983) Se publicó por primera vez a mediados de 1984  en el libro Nada a Pehuajó - Adiós, Robinson (Editorial Katún, México, 67 páginas). La segunda en 1991, en el libro "Dos juegos de palabras - Nada a Pehuajó - Adiós, Robinson". Y por tercera vez en el 2011 (El libro que tengo en mi colección) en "Adiós, Robinson - Nada a Pehuajó" (Alfaguara. Colección Biblioteca Cortázar) (Xc)
  • Negación del olvido (Discurso de 1981) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • No, no y no (Texto breve) Incluido en el libro Ultimo Round (Tomo 2) de 1969
  • No, no y no (Libro. 1969. Ed. Ojoreja - Pehuén) Edición para niños del cuento de Julio Cortázar ilustrado por el pintor y poeta visual mexicano Gabriel Pacheco 
  • No se culpe a nadie (Cuento de "Final del Juego" comentado por José Saramago)
  • Noticias para viajeros (Poema, Managua, Nicaragua, Feb-1980) Incluído en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012) 
  • Nuevo elogio de la locura (Prosa) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • Obra Crítica I (Libro póstumo editado en 1994. El primero de tres volúmenes que reúnen los textos críticos de Cortázar. Incluye "Teoría del túnel" escrita en 1947) (Xc)
  • Obra Crítica II (Libro póstumo editado en 1994)
  • Obra Crítica III (Libro póstumo editado en 1994)
  • Octaedro (Libro. Año 1974. Cuentos) (X1)
  • Ómnibus (Cuento incluido en "Bestiario", 1951)
  • Palabra de autor. Cartas de Julio Cortázar (Alfaguara. Jun-2004. Pequeño libro de tapas flexibles. Misceláneas) Tengo un ejemplar de la primera edición (X1)
  • Pameos y meopas (Libro. Año 1971. Poesía)
  • Papeles inesperados (editado en 2009 pero escritos entre 1940 y 1984; recopilación de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga) (Misceláneas, 512 páginas) (Xc)
  • Presencia (Libro. Año 1938. Poesía. Sonetos, firmada con el seudónimo de Julio Denis) 
  • Prólogo a "Erques y Cajas - Versos de un Indio" (1942) de su amigo, el poeta y maestro jujeño Domingo Zerpa. (Ver Post)
  • Prosa del observatorio (Libro. Año 1972) Tengo una reedición de Alfaguara de 2016 (Xc) 
  • Queremos tanto a Glenda (Libro. Año 1980. Cuentos) (Xc)
  • Rayuela (Libro. Novela. Año 1963)  (X2, X26)  
  • Reunión (Julio Cortázar con ilustraciones de Enrique Breccia) Tengo la primer reedición de Septiembre de 2017 (La primera edición es de Abril de 2012 (Xc) 
  • Salvo el crepúsculo (Libro póstumo. Año 1984. Poesía, editado pocos meses después de su muerte. Cortázar no llegó a corregir las pruebas de imprenta de esta obra, pero la versión que tengo editada en 2011 si está corregida e incorpora las anotaciones manuscritas que el autor incluyó a última hora en las 280 páginas del original) (Xc)
  • Teoría del túnel (1947, Ver Obra Crítica I)
  • Territorios (Libro. Año 1978. Misceláneas)
  • Todos los fuegos el fuego (Libro. Año 30-Mar-1966. Cuentos) (Dedicado a al Comodorense Francisco Porrúa) (Ver: La isla al mediodía) (X1) (Xc)
  • Último round (Libro. Año 1969. Misceláneas) (X1)
  • Una carta de amor (Poesía) (Leer texto completo) (Audiolibro Casa de las Américas, Cuba, 1978)
  • Una maquinación diabólica: las desapariciones forzadas (Ponencia en las Naciones Unidas, Nov-1983) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012) 
  • Un pueblo llamado Onetti (De Cuadernos para el Diálogo, Mayo-1974) Incluída en Fantomas contra los vampiros multinacionales y otros textos políticos (2012)
  • Un tal Lucas (Libro. Año 1979. Prosa breve) (X1)

(X) Tengo un libro de edición antigua (pero no la primera) en mi colección. 
(X1) Tengo un libro de la primera edición en mi colección. 
(Xc) Tengo un libro de reciente edición en mi colección y quiero conseguir uno más antiguo. 


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Lucas, sus hospitales

Lucas, sus hospitales

Como la clínica donde se ha internado Lucas es un clínica de cinco estrellas, los enfermos tienen siempre razón, y decirles que no cuando piden cosas absurdas es un problema serio para las enfermeras, todas ellas a cual más ricucha y casi siempre diciendo que sí por las razones que preceden.
Desde luego no es posible acceder al pedido del gordo de la habitación 12, que en plena cirrosis hepática reclama cada tres horas una botella de ginebra, pero en cambio con qué placer, con qué gusto las chicas dicen que sí, que cómo no, que claro, cuando Lucas que ha salido al pasillo mientras le ventilan la habitación y ha descubierto un ramo de margaritas en la sala de espera, pide casi tímidamente que le permitan llevar una margarita a su cuarto para alegrar el ambiente.
Después de acostar la flor en la mesa de luz, Lucas toca el timbre y solicita un vaso de agua para darle a la margarita una postura más adecuada. Apenas le traen el vaso y le instalan la flor, Lucas hace notar que la mesa de luz está abarrotada de frascos, revistas, cigarrillos y tarjetas postales, de manera que tal vez se podría poner una mesita a los pies de la cama, ubicación que le permitiría gozar de la presencia de la margarita sin tener que dislocarse el pescuezo para distinguirla entre los diferentes objetos que proliferan en la mesa de luz.
La enfermera trae en seguida lo solicitado y pone el vaso con la margarita en el ángulo visual más favorable, cosa que Lucas le agradece haciéndole notar de paso que como muchos amigos vienen a visitarlo y las sillas son un tanto escasas, nada mejor que aprovechar la presencia de la mesita para agregar dos o tres sillones confortables y crear un ambiente más apto para la conversación.
Tan pronto las enfermeras aparecen con los sillones, Lucas les dice que se siente sumamente obligado hacia sus amigos que tanto lo acompañan en el mal trago, razón por la cual la mesa se prestaría perfectamente, previa colocación de un mantelito, para soportar dos o tres botellas de whisky y media docena de vasos, de ser posible esos que tienen el cristal facetado, sin hablar de un termo con hielo y botellas de soda.
Las chicas se desparraman en busca de estos implementos y los disponen artísticamente sobre la mesa, ocasión en la que Lucas se permite señalar que la presencia de vasos y botellas desvirtúa considerablemente la eficacia estética de la margarita, bastante perdida en el conjunto, aunque la solución es muy simple porque lo que falta de verdad en esa pieza es un armario para guardar la ropa y los zapatos, toscamente amontonados en un placard del pasillo, por lo cual bastará colocar el vaso con la margarita en lo alto del armario para que la flor domine el ambiente y le dé ese encanto un poco secreto que es la clave de toda buena convalecencia.

Sobrepasadas por los acontecimientos, pero fieles a las normas de la clínica, las chicas acarrean trabajosamente un vasto armario sobre el cual termina por posarse la margarita como un ojo ligeramente estupefacto pero lleno de benevolencia. Las enfermeras se trepan al armario para agregar un poco de agua fresca en el vaso, y entonces Lucas cierra los ojos y dice que ahora todo está perfecto y que va a tratar de dormir un rato. Tan pronto le cierran la puerta se levanta, saca la margarita del vaso y la tira por la ventana, porque no es una flor que le guste particularmente.


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